El perverso amedrentamiento

En Venezuela, el régimen de Nicolás Maduro ha utilizado la intimidación como una herramienta para reprimir y silenciar a sus adversarios políticos y a la sociedad civil que reclama democracia, libertad y justicia. El régimen ha recurrido a diversas formas de intimidación, como la detención arbitraria, la tortura, el hostigamiento judicial, la censura, las amenazas, las agresiones y los asesinatos. Estas acciones violan los derechos humanos de los venezolanos y generan un clima de terror e impunidad.

Esta solo tiene como objetivo desmoralizar y desmovilizar a la oposición y a la ciudadanía que se resiste a su absolutismo. Sin embargo, también ha provocado una reacción de resistencia y solidaridad entre los sectores democráticos que no se dejan intimidar y que siguen luchando por el cambio político y social. La intimidación no es una muestra de fuerza, sino de debilidad y miedo. Frente a la intimidación, la respuesta es la denuncia, la organización y la movilización pacífica.

La situación de Venezuela es cada vez más grave y preocupante. El régimen ha recurrido a todo tipo de medidas represivas para mantenerse en el poder, violando sistemáticamente los derechos humanos de los venezolanos. Entre estas medidas se encuentran la detención arbitraria, la tortura, el acoso judicial, la censura y el uso excesivo de la fuerza. Estas prácticas buscan generar miedo y silenciar a quienes nos oponemos al gobierno o reclamamos un cambio político. La represión del régimen afecta a todos los sectores de la sociedad, desde líderes políticos hasta periodistas, activistas, estudiantes, trabajadores y ciudadanos comunes. Se trata de un atentado contra la democracia, la libertad y la dignidad de todo un pueblo que merece vivir en paz y prosperidad.

Esta intimidación va junto a la mentira sostenida durante veintiséis años, esta mentira donde quieren hacer ver que aquí se respeta el estado de derecho y respetan los derechos de todos los venezolanos. Y es que todo eso es una burla, no solo a los venezolanos, sino a toda la comunidad global internacional y a los principios democráticos que deberían regir nuestra nación. Esta mentira es la que les permite seguir violando los derechos humanos, reprimiendo las protestas, encarcelando a los opositores, censurando a los medios y manipulando las elecciones. Esta mentira es la que les da impunidad para destruir el tejido social y económico de nuestro país. Esta mentira es la que nos ha sumido en la miseria, en la escasez, en la inseguridad y en la desesperanza. Esta mentira y toda esa burla, no solo a los venezolanos, sino a toda la comunidad global internacional debe acabar de una vez por todas.  

Sus discursos están llenos de amenazas vacías, insultos, represión y bravuconería, que solo demuestran su falta de argumentos y de respeto por el pueblo. Nos preguntamos qué imagen
proyectan al mundo, si lo único que consiguen con sus palabras es evidenciar su pérdida de credibilidad y legitimidad. ¿Acaso no se dan cuenta de que cada vez son más los que se rebelan contra su tiranía y exigen libertad y democracia?

Su estrategia de acoso a la ciudadanía ha sido un rotundo fracaso, el desprecio permanente y ese dilatar el tiempo burlándose de todos ya no tiene efecto. Ya nadie se deja intimidar por las amenazas de estos portavoces, sino que las enfrenta con coraje y firmeza. La gente está harta de vivir bajo el yugo, la pobreza y la violencia. La gente quiere libertad.

La comunidad internacional debe entender que estas actitudes – fuera de cualquier lógica y control -  no contribuyen a la paz ni al diálogo, sino que generan más división y violencia. Estos voceros deberían dejar de lado su retórica belicista agotada y decidirse a practicar la verdadera política, permitiendo unas elecciones libres, que generen la transición pacífica y democrática que permita iniciar un momento nuevo, un momento luminoso que nos permita lo que nuestra gente quiere: el bien común, respetando la democracia y los derechos humanos.


En este momento tan fundamental para nuestro país, es necesario que todos los sectores democráticos se unan y se movilicen en defensa de la libertad y la justicia. No podemos quedarnos de brazos cruzados y menos jugar a lo que ellos apuestan a diario: la división. La sociedad civil, las organizaciones sociales, los partidos políticos y todos los ciudadanos que deseamos un cambio debemos de concientizar aún más el activismo, expresar y acompañar más el rechazo al poderío. Solo así podremos hacer visible nuestra fuerza y nuestra voluntad de cambio.
 
No hay otra opción que luchar hasta el final por nuestros derechos y nuestra dignidad.




Por Josè Manuel Guzmán 
Dirigente PJ Catedral

 

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