Se están quitando la máscara….

Por José Manuel Guzmán 
Miembro de la Red de Lideres Comunitarios

En el corazón de la democracia hay un principio fundamental: el respeto a los acuerdos. Este principio no es sólo una cuestión de ética política sino también una manifestación de compromiso con los valores democráticos. Respetar los acuerdos significa reconocer la importancia del consenso, la coherencia en las palabras, los hechos y la confianza mutua entre los ciudadanos y sus representantes.

Los acuerdos son el resultado de la negociación y la deliberación y reflejan la diversidad de opiniones y perspectivas involucradas en un compromiso. Estos compromisos deben buscar intereses comunes y estabilidad social. Entonces, cuando los líderes y los ciudadanos respetan estos acuerdos, casi muestran el coraje de trabajar juntos, escuchar y encontrar soluciones equitativas.


El respeto de los acuerdos también es crucial para la legitimidad de las instituciones democráticas. Sin este respeto, la confianza en las instituciones políticas se ve socavada y la cohesión social se debilita. Todos sabemos que las rupturas de estos acuerdos provienen del lado del gobierno, y que estos acuerdos rotos traen desilusión y apatía política hacia nuestra gente. Por otro lado, respetar el acuerdo no significa que no haya cambio ni evolución. Las democracias son dinámicas y deben adaptarse a nuevas circunstancias y desafíos. Sin embargo, los cambios deben ser transparentes, justos y con el consentimiento de los afectados.

Las máscaras caen cuando se rompen los acuerdos políticos, y la historia muestra que cuando una de las partes está temerosa o débil es la más tendiente a romper esos acuerdos, revelando intenciones que sólo reflejan y se comparan con regímenes abiertamente autoritarios y dictatoriales. Aunque a nivel interno, en términos generales, todavía parecemos una democracia

Este fenómeno, visto en todo el espectro político venezolano, puede ser el resultado de varias circunstancias, entre ellas presiones -internas y externas-, cambios en el equilibrio de poder o simple ambición excesiva. Cuando caen las máscaras, se revelan las verdaderas intenciones y se pone a prueba la resiliencia de las instituciones democráticas y los mecanismos de control internacional que ya han sido bien calibrados en nuestro país. La transparencia, el diálogo y la diplomacia no han sido pilares para evitar escaladas, lo que genera mucha más desesperanza en gran parte de nuestra gente.

Mas allá de los debates viscerales a lo interno, en ocasiones pareciera que la dinámica política venezolana y su percepción internacional marcada por la polarización y la pasión, dan la impresión de que las preocupaciones internas dominan el discurso, dejando poco espacio para considerarnos seriamente en el escenario mundial. Si bien es cierto que no estamos aislados en la comunidad internacional, todos los movimientos políticos de la oposición dentro del país tienen repercusiones que trascienden y generan una percepción de desatención o irrelevancia, entonces se debe promover de manera más testaruda un impulso más firme hacia Venezuela, sobre todo en América Latina.

Ya no basta con que estas organizaciones internacionales, países vecinos y potencias mundiales expresen su preocupación, sino que, deberían de ampliar su compromiso, promover y apoyar de manera contundente medidas en respuesta a la crisis política y económica que enfrenta el país. Es momento de solicitar que de verdad nos tomen en serio y con honestidad haya un reconocimiento significativo de los desafíos que enfrentamos todos los venezolanos ¿o es que acaso ya no está visto públicamente el problema que esta situación está generando en la región?

Por otro lado, aquí en el país debemos actuar con seriedad y dejar de ser tan ingenuos. En Venezuela estos gobernantes no siguen las reglas, no les importa nada. El estado de derecho es la piedra angular de cualquier democracia que funcione y la base para garantizar una gobernanza justa y equitativa del país, pero este régimen ignora todas las normas legales, continúa violando los derechos humanos y muestra un total desprecio por las normas legales. Las medidas dirigidas a la oposición política y, en los últimos días, al equipo de María Corina Machado han sido más públicas y contundentes dado el prontuario histórico del gobierno en el uso de la violencia y el terror contra los líderes de la oposición. Es indudable que todo lo que representa esa confrontación, todo lo que representa amenazas para ellos va a ser vetado, detenido y bloqueado a toda costa.

Con la caída de parte de la máscara, se hace evidente que la estrategia que hemos estado siguiendo hasta ahora ya no es suficiente. Todos estos atropellos a la democracia, toda esta falsedad, deshonestidad y abuso desmedido debe seguir siendo denunciado con mas fuerza. Pero también es hora de cambiar de rumbo y adoptar un enfoque diferente. En lugar de confrontar, debemos buscar negociar. Pero no cualquier tipo de negociación, sino una negociación “caribe”, como solemos decir en el mundo del béisbol. La negociación “caribe” implica jugar con astucia, con inteligencia, buscando siempre superarlos. No se trata de ganar a toda costa, sino de encontrar esos puntos de encuentro que nos permitan avanzar juntos hacia un objetivo común: la transición y el cambio. Es en este punto donde entra en juego la política estratégica y orientadora. Llegó el momento de tragar grueso, necesitamos jugadas trascendentales que sean capaces de acometer esta tarea, políticos que puedan llevar puntos comunes a una negociación y defenderlos con convicción y determinación. También, la jugada debe permitir orientar a la gran masa de votantes acumulados por un sector de la oposición a decantarnos por un voto mayoritario que pueda abrir la puerta de la transición.

Esto no será fácil, aunque pueda sonar duro y feo, debemos estar dispuestos a adoptar el mismo pensamiento mordaz y maquiavélico que ellos. No porque queramos ser como ellos, sino porque en ciertas circunstancias, es la única forma de avanzar. Debemos recordar siempre que nuestro objetivo final es iniciar un cambio que beneficie a todo el país.  La única realidad en el escenario es que no van a ceder el poder de manera fácil, y temerosos son más peligrosos. Si para ello necesitamos jugar un poco “caribe”, entonces que así sea.


Seguir invocando el respeto a los acuerdos como una expresión de integridad y responsabilidad queda para nosotros los que creemos en la democracia. Ese respeto como pilar que sostiene la estructura de una sociedad democrática y permite que lo deseado por la mayoría y la convivencia sea posible, no lo vamos a ver nunca dentro del accionar de este gobierno, porque ya se están quitando parte de la máscara.


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